Thursday, 21 de November de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1315

Josep M. Casasús

‘Un grupo de lectores de La Vanguardia, integrantes del Comité de Suport al Movimiento sin Tierra de Brasil (MST), me enviaron una carta electrónica, cuya primera firmante es Gloria Casaldáliga Riera. Denuncian lo siguiente: ‘En referencia al artículo de Joaquim Ibarz, publicado el pasado 10 de abril, queremos manifestar nuestra protesta ya que en él se cuentan acciones que el MST nunca ha promovido, como es ‘asaltar camiones, impedir recoger las cosechas a los dueños de las tierras, destruir plantíos y cobrar a los hacendados para dejarles trabajar’.

Y añaden: ‘El MST es uno de los movimientos sociales más importantes de América Latina, que lucha por la tierra y la Reforma Agraria con medios absolutamente pacíficos. El MST ocupa tierras que nadie cultiva y sigue un proceso para legalizar las ocupaciones (ya que la Constitución brasileña así lo contempla), y sólo una vez legalizadas se construyen los asentamientos’.

Concluyen estos lectores: ‘Es muy lamentable que se intente desprestigiar, como ha hecho el Sr. Ibarz, un movimiento social tan comprometido como el MST difundiendo falsas informaciones. Gracias al MST, en este momento, más de 300.000 familias pueden cultivar la tierra y vivir con dignidad en los asentamientos que consiguieron a partir de la ocupación de tierras ociosas que los grandes terratenientes conservan sólo para especular, mientras millones de campesinos sin tierra pasan hambre’.

Los defensores del lector no podemos intervenir cuando se objetan opiniones. La crónica periodística, género interpretativo, incluye legítimamente dosis de opinión que quedan excluidas del ámbito de competencias de la gestión del defensor del lector.

No es éste el caso. Quienes objetan esa crónica protestan por unas informaciones que consideran falsas. Interpelé al periodista Ibarz sobre las acusaciones formuladas.

Asiente pero discrepa: ‘Estoy de acuerdo con lo que dice el Comité de Suport sobre que el MST es ‘uno de los movimientos sociales más importantes de América Latina, que lucha por la tierra y la reforma agraria’. Sin embargo, no comparto su afirmación de que utiliza medios ‘absolutamente pacíficos’. En un inicio fue así, pero progresivamente el movimiento se fue radicalizando, hasta el punto de emplear medios de coacción como los que recogí en mi crónica’.

Es justo que los lectores decidan si quieren que exponga su queja a pesar de que el periodista mantiene sus afirmaciones y que tiene derecho a que las incluya en mi crónica de defensor.

Me contestaron que sería positivo que publicara el texto de su queja. También es un deber del defensor contrastar las versiones discrepantes con otras fuentes pertinentes.

En este caso he acudido a despachos de diversas agencias de noticias, a comunicados del propio MST, y a un portavoz oficial del Gobierno de Brasil. A los defensores del lector no nos corresponde la función de jueces, y me ciño, por tanto, a incluir en esta crónica de hoy extractos de textos de estas fuentes que aluden a la información objetada por los ocho lectores que me escribieron.

El pasado 8 de abril, dos días antes de la crónica de Ibarz, un despacho de la agencia AP exponía desde Brasilia: ‘En un intento de apaciguar tensiones con un movimiento campesino, el Gobierno anunció este jueves la expropiación de miles de hectáreas de tierras para ser entregadas en planes de reforma agraria (…) El anuncio se produce en medio de una nueva ola de invasiones a haciendas y terrenos por parte del MST, y que busca presionar al Gobierno para agilizar la entrega de lotes y financiamiento para el establecimiento de familias (…) Brasil, el país más grande de la región, muestra una de las más dispares distribuciones de la tierra en el mundo: 90% de la tierra está en manos del 20% de la población, mientras que el 40% más pobre apenas posee el 1% de la tierra’.

Hace un año, el 2 de julio del 2003, la agencia Reuters explicó también desde Brasilia: ‘La prensa local reportó el miércoles el saqueo de camiones que transportaban alimentos por parte de agricultores ligados al MST en el estado de Pernambuco, en el noreste del país, una de las zonas más pobres de Brasil. (…) ‘Las llevamos a cabo (las invasiones) para que Lula, que tiene el liderazgo, sepa que tenemos terribles necesidades, para que sea consciente de que la reforma agraria está yendo muy mal’, dijo Luiza Ferreira da Silva, una de las dirigentes del MST en Pernambuco y que ha participado en más de sesenta invasiones de tierras’.

El pasado 24 de abril del 2004, catorce días después de la crónica de Ibarz, la agencia Prensa Rural informaba: ‘Con la ofensiva denominada Abril Rojo el MST busca presionar al Gobierno de Lula para que lleve a cabo su prometida reforma agraria. (…) A fines de marzo, el líder del MST, João Pedro Stédile, lanzó la ofensiva Abril Rojo y prometió ‘volver un infierno’ la vida de los propietarios rurales. El rojo alude al color de la bandera del MST y a la ideología de sus dirigentes, formados en la izquierda católica’.

Doce días después, el pasado 6 de mayo, el MST colgó el siguiente comunicado en su página web: ‘Bajo el liderazgo de João Pedro Stédile, el MST ha ocupado más de 80 fincas en el último mes. La acción de los campesinos aumenta el desgaste del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, mientras el Gobierno se esfuerza por rebatir denuncias de corrupción contra asesores y críticas al pequeño aumento del salario mínimo’.

Pedí la versión del Gobierno de Brasil. De la respuesta que me envió Milton Rondó Filho, coordinador general de Acciones Internacionales de Lucha contra el Hambre (Ministerio de Relaciones Exteriores), extraigo el párrafo donde se pronuncia sobre estos hechos: ‘Lamentablemente, en los medios de comunicación predomina la histórica confrontación entre los sin tierra y los terratenientes. Estas confrontaciones existen, pero la realidad de la reforma agraria las supera. La desigualdad social es la raíz última de estas confrontaciones. Y éste es un problema que nos afecta a todos, países desarrollados y en desarrollo. Los movimientos sociales que luchan por la reducción de la desigualdad deben ser respetados por todos: Gobierno, sociedad y prensa. Los lectores de La Vanguardia y su diario han demostrado que conocen la importancia de este mutuo respeto. Enhorabuena’. Ustedes juzgan.’