Friday, 22 de November de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1315

Josep M. Casasús

‘Pongamos por caso que, en un juicio, un letrado revela por error pistas que pueden identificar a un testigo protegido. Por principio, los periodistas tienen el deber de exponer los datos y declaraciones relevantes de una sesión pública. ¿Pueden publicar también aquellos datos expuestos en público por el magistrado susceptibles de delatar al testigo protegido?

Ésta es la pregunta que cabe formular después de examinar la queja de una lectora, Emma Moreno Sanz, y de interpelar al periodista Eduardo Martín de Pozuelo a propósito de un caso del que no daré más datos, como es obvio, con el fin de no perjudicar también yo a unos testigos protegidos.

Se refiere la citada lectora a que, según la información de Martín de Pozuelo que publicó La Vanguardia,varios testigos protegidos declararon tras un biombo y con un distorsionador de voz. ‘Imagino que dichas medidas eran para evitar que fueran identificados’, apostilla la lectora. Así es, en efecto.

Causa una cierta perplejidad que en la misma información se revelen condiciones de parentesco de un testigo protegido (el pariente es aludido sólo por el apodo) que facilitan su identificación. La lectora pregunta: ‘¿No le parece que todo el entramado judicial ha sido desmontado por dicha aclaración periodística?’. Pedí explicaciones.

– ¿Por qué revelaste este dato que facilita que se descubra a la persona cuya identidad estaba protegida como testigo? – pregunté al periodista Eduardo Martín de Pozuelo– .

– El dato que puede dar pistas lo revelaron públicamente abogados en una sesión abierta a todos: acusados, testigos, familiares, amigos de los acusados, periodistas, etcétera. ¿Qué sentido tiene ocultarlo en la información cuando todos los presentes (se podía entrar libremente en la sala) lo pudieron escuchar? – me contestó el periodista– .

– ¿El dato sólo lo conociste allí? – insistí– .

– Aquel dato que puede desvelar en parte la identidad de un testigo protegido sólo lo puedo conocer si ha sido revelado, reiteradamente, en la sala, y todos los amigos de los acusados lo oyeron igual, las radios lo grabaron y las televisiones lo registraron – se justificó el periodista Martín de Pozuelo– .

Es una situación que merece una reflexión contrastada. No en balde, este modelo de caso es objeto de interés, lógicamente, en las facultades de Periodismo. Esta mismas emana recibí una carta de una estudiante de la Universidad de Navarra, Nuria Lizarraga, que me pregunta: ‘¿Hasta dónde llega el derecho a la información del lector y hasta dónde llega el derecho de proteger la identidad de la persona implicada en un caso?’. os lectores tenemos derecho a que los periodistas nos den una información Lveraz y completa de los hechos. Cumplir con este principio es su primer deber ético y una obligación profesional proclamada en el artículo 20 de la Constitución. Existen, sin embargo, otros derechos de las personas que deben ser respetados en el ejercicio de la información. Uno de ellos es el derecho a la intimidad, que incluye el derecho a la protección de la identidad de los testigos acogidos a esta garantía.

Las leyes obligan del mismo modo a todos, incluidos magistrados, letrados y periodistas. Que en un juicio un letrado descuide en público la necesidad de no dar pistas sobre un testigo protegido, no es excusa para que el periodista reproduzca esta parte de la realidad de la sesión, a pesar de que todo el mundo lo haya oído reiteradamente.

Los periodistas debemos ir más lejos que los jueces. Estamos más obligados que ellos a proteger los derechos relacionados con la información. Lo estamos, entre otras razones, porque es obvio que los lectores suelen ser más indulgentes con las autoridades que con los periodistas. A los periodistas no les perdonamos los errores, y los denunciamos.

Más derechos que los padres

Algo semejante ocurre con la protección informativa de los menores de edad, cuestión que ya traté en otra crónica de defensor del lector.

En este orden de cosas la potestad de los periodistas es superior incluso a la de los padres. No debemos identificar en textos o imágenes a un menor afectado por hechos delictivos o que puedan perjudicarle, aunque sus padres nos lo pidan o nos autoricen a ello. En materia de protección de la imagen y de la identidad del menor los periodistas tenemos más derechos que los padres.

Es nuestro deber proteger los derechos de los menores incluso en contra de los intereses de sus padres. También es nuestro deber, por lo tanto, ocultar datos de identidad de testigos protegidos aunque un letrado no guarde un día esta cautela en público.

DENOMINAR HOLANDA a los Países Bajos también es un error que no sólo cometen los periodistas. Pero los periodistas y el defensor del lector debemos evitarlo. Me lo recordó el lector Alphons Timmermans el pasado 5 de abril a modo de reflexión intemporal. Pero ese uso inexacto de la palabra Holanda reapareció esta semana en las páginas de La Vanguardia al informar sobre el premio Mies van der Rohe concedido a los arquitectos Koolhaas y Van Loon por la nueva embajada del Reino de los Países Bajos en Berlín.

Argumenta el lector Timmermans: ‘Me sorprende que casi la totalidad de periodistas escriban holandés y Holanda cuando se refieren a neerlandés y Países Bajos. ¿Por qué siguen utilizando palabras que sólo se entienden pars pro toto? ¿Por qué no se utilizan las palabras que engloban la totalidad?’

Las Holandas (Meridional y Septentrional) son territorios integrados en los Países Bajos, del mismo modo que las dos Castillas están integradas en España. Sería impropio denominar Castilla a España. Sin embargo, el uso del término Holanda por Países Bajos está muy extendido. El Libro de Redacción de La Vanguardia prescribe que los vocablos Países Bajos y Holanda se empleen indistintamente. ¿Por qué razón?, pregunto al responsable de Edición, Magí Camps. Contesta: ‘El término Holanda como sinónimo de Países Bajos tiene una tradición de siglos en algunos países europeos. Cierto es que geográficamente es impreciso e, incluso, discriminatorio. Tomamos nota de la advertencia del lector y procuraremos utilizar Países Bajos, aunque costará erradicar el enraizamiento de la denominación Holanda’.’