‘Los lectores de La Vanguardia tenemos un compañero, José Seco, de Madrid, que tiene como afición hacer un seguimiento sistemático y estadístico de las fes de errores de los diarios.
El pasado lunes este lector me confió los siguientes datos: ‘Desde el pasado 26 de julio La Vanguardia sólo ha publicado tres fes de errores, y una de ellas, además, totalmente impropia, sobre todo si se compara con auténticos errores de más bulto que no han merecido salir en la sección Fe de Errores’.
‘¿Por qué aparecen tan pocas Fe de Errores en nuestro diario?’, me preguntó el lector José Seco. Comparto su perplejidad.
Este lector asegura que en otros diarios de prestigio, como Le Monde, el apartado de fe de errores (Rectificatifs) aparece casi a diario. Este diario francés publica una selección de los errores más importantes. Sólo insertan aclaraciones pertinentes.
La fe de errores impropia a la que se refiere el lector es la publicada el pasado 22 de agosto. Rezaba así la nota esclarecedora: ‘En la información Peralada, capital del verano, publicada ayer en la página 6 de Vivir, se omitió en el pie de foto el nombre de la consellera de Cultura, Caterina Mieras’.
‘Ciertamente, para este viaje no hacen falta las alforjas de una fe de errores’, apostilló con razón nuestro compañero lector. Por otra parte, no citar a la señora Mieras en una foto en la que aparecen quince personas obligaba casi a cambiar por un día el epígrafe Fe de Errores por el de Fe de Omisiones. No abdiquemos jamás del ideal de aspirar a la máxima precisión expresiva en todo el diario, incluso en los títulos de secciones.
La fe de errores del 26 de julio, la primera que citó este lector, aludía también a un pie de foto, pero tenía más enjundia y sí que era un error. Decía: ‘En la foto aparecida en la página 43 de la edición de ayer, quien acompaña a Francesc Macià y Lluís Companys no es Manuel Azaña, como se dice en el pie de foto, sino Niceto Alcalá-Zamora’.
El mismo día que cometieron este error, el lector Joaquín Giménez Solsona, de Barcelona, me envió una carta por correo postal en la que pedía la rectificación del lapsus. Cuando su carta llegó a mis manos el gazapo histórico ya había sido reparado justamente con una fe de errores. Correcto.
Respecto a esta confusión entre Azaña y Alcalá-Zamora llegaron más protestas. El pasado lunes recibí el escrito anónimo de un lector que no se había enterado de que hacía un mes que La Vanguardia ya había reconocido públicamente esta equivocación.
Este dato realza dos obviedades. La primera: a veces los lectores tampoco estamos del todo atentos a lo que se publica en el diario. La segunda es una consecuencia de la primera: dar fe de los errores es un deber deontológico inexcusable, aunque no siempre surte los efectos deseados puesto que la rectificación puede pasar inadvertida.
La otra fe de errores de las tres que integran la muestra hoy examinada tiene una importancia pública fuera de toda duda. Salió en la edición del 3 de agosto. Explica lo siguiente: ‘Cuando una persona compra un fármaco de precio superior al medicamento de referencia debe abonar la totalidad del importe, y no la diferencia como se publicó el domingo (1 de agosto) en la página 28’.
‘¿En cincuenta días sólo se cometieron estos tres errores en La Vanguardia?’, me pregunta el lector José Seco, antes citado. Se cometieron más errores, por supuesto.
Merecieran o no salir en el apartado Fe de Errores, otros lectores –entre ellos este defensor– hemos observado durante este verano en nuestro diario muchos más lapsus, más o menos graves y de diversa índole.
Debemos ser justos los lectores, sin embargo, en nuestra crítica al persistente olvido de rectificar que se observa en este diario. En el Magazine de La Vanguardia, particularmente, se advierte una práctica correcta en la inclusión de rectificaciones. Esta misma semana he recibido el siguiente mensaje firmado por el lector J. Adolfo Sánchez de Movellán Acebal: ‘En el Magazine del 12 de septiembre (pág. 28) al referirse al lugar de nacimiento del medalla de oro en los JJ.OO. de Atenas Xavier Fernández Gaztañaga, sitúan Tolosa en Navarra. Hace mucho tiempo, yo también tuve la fortuna de nacer en dicha ciudad. Entonces y ahora se halla en el País Vasco, en la provincia de Guipúzcoa, habiendo sido con anterioridad su capital foral. Lo que gustosamente le aclaro en evitación de inadecuadas interpretaciones’.
Comuniqué este error a la redacción del Magazine y me informaron de que en la edición del próximo día 26 (la de hoy ya estaba cerrada cuando se percataron del error) tenían previsto aclarar este dato con una fe de errores en este suplemento.
De entre los errores cometidos en La Vanguardia durante este verano y no reconocidos en su momento destaca el aparecido en la información relativa al dinero que ha asignado la Generalitat a las fundaciones políticas. Es un asunto que miran con lupa todos aquellos lectores que se interesan por la financiación indirecta de los partidos.
En La Vanguardia del pasado 3 de agosto salió que Nous Horitzons, la fundación de Iniciativa per Catalunya, percibe un total de 452.855,42 euros. En el Diari Oficial de la Generalitat de Catalunya figuraba, en cambio, la cantidad correcta: 42.855,42 euros.
¿Por qué La Vanguardia no enmendó este error al día siguiente? Es un ejemplo de negligencia en el reconocimiento de errores, pero no es una excepción, lamentablemente, y sería injusto por tanto pedir explicaciones sólo en este caso.
Lo que importa hoy dejar claro en defensa de los lectores es que rectificar con diligencia es un deber fundamental de los periodistas. Les obliga a hacerlo la conciencia profesional más elemental, y por si ésa fallara, nos lo recuerdan las normas deontológicas que son de primera observancia en La Vanguardia: el Libro de redacción, el Estatuto de la Redacción y el Codi Deontològic del Col·legi de Periodistes de Catalunya.
Es oportuno que los lectores lo recordemos en defensa de nuestros derechos morales en el ámbito periodístico.
Alguna vez comento en esta sección errores que no han sido rectificados en el apartado correspondiente. Pero la crónica del defensor no debe convertirse en una solución supletoria permanente para reparar el incumplimiento pertinaz de la fe de errores.’