Friday, 22 de November de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1315

Josep M. Casasús

‘El arte de titular noticias es como un lance de esgrima. El periodista que titula está atrapado entre la espada de la precisión y la pared de la concisión. Tiene que conciliar el rigor con la frase breve, y hacerlo bajo la presión de las prisas.

El resultado de este trabajo no siempre resulta satisfactorio para los lectores.

Unos titulares en las portadas de La Vanguardia, en dos ediciones consecutivas de este mes de septiembre, motivaron oportunos toques de atención de diversos lectores.

Uno de ellos, Carles Profitós Lapedra, envió esta carta a su defensor: ‘En La Vanguardia del pasado 2 de septiembre el titular más destacado de la portada era ‘Los chechenos secuestran a 132 niños en una escuela’, titular que se repetía abreviado en la página 3, primera página de Internacional, como ‘Los chechenos secuestran a 132 niños’. En la página 6 figuraba como subtítulo: ‘Los chechenos han perpetrado cuatro secuestros masivos en lugares públicos en diez años de conflicto’. El titular de la portada del día siguiente (3 de septiembre) era: ‘Los chechenos liberan a un grupo de rehenes’.’

Después de esta exposición de los hechos, el lector argumentó lo siguiente: ‘En mi opinión estos titulares son inadecuados y no se ajustan al rigor y a la solvencia que acredita La Vanguardia en el tratamiento de las noticias. Creo que la referencia genérica a los chechenos (‘Los chechenos…’) en relación con este secuestro no es correcta sino que debería ser más explícita, más exacta, y mencionar a ‘los terroristas chechenos’, ‘los guerrilleros chechenos’, ‘un comando terrorista checheno’, etcétera, tal como se hace en el mismo texto que desarrolla estas noticias. La alusión a los chechenos de forma genérica tergiversa la realidad y parece atribuir la autoría y responsabilidad del secuestro al pueblo checheno en general y no a determinados elementos terroristas que, desgraciadamente, de forma más o menos extendida, existen en muchas otras sociedades’.

Concluye su argumentación el lector Profitós con este ejemplo: ‘Salvando las distancias, que afortunadamente son muy grandes, seguro que nadie consideraría correcto un titular que dijera ‘Los vascos asesinan a cuatro guardias civiles en Madrid’.

Sobre este caso escribió a La Vanguardia el lector Pau Vinyes i Roig, de Barcelona, en estos términos: ‘En la edición del pasado 2 de septiembre La Vanguardia publicó en portada esta expresión fuera de lugar: ‘Los chechenos secuestran a 132 niños en una escuela’. Hace daño esta desafortunada expresión. Ni todos los chechenos secuestran escuelas ni son unos terroristas. Es como si apareciera un titular que dijera ‘Los catalanes secuestran una escuela en España’. ¿Verdad que no sería correcta la información?

Utilicemos correctamente las palabras para expresar las noticias. Lo más lógico y comprensible era exponer en el título que un grupo extremista/terrorista de origen checheno había secuestrado una escuela en Osetia del Norte –dentro de la Federación Rusa–. Utilizando expresiones a secas sin poner apelativos hacen mucho daño, y sobre todo al pueblo checheno demasiado castigado por la miseria y la guerra. Cada cosa en su lugar, y la buena información también tiene el propio’.

La generalizaciones son particularmente enojosas porque los lectores perciben el riesgo de que tal vez se usen como armas semánticas en el combate de las ideas. Otro caso:

El lector Pedro Puigvert me escribió el pasado día 20: ‘Con la reunión en el Ulster este fin de semana se ha reavivado el uso de unos términos que creía superados. En varias páginas de La Vanguardia en el día de ayer aparecen identificadas las partes que dialogaban como ‘católicos y protestantes’. ¿Por qué usar el nombre de dos confesiones religiosas para referirse a sendas posturas políticas cuando la discusión no es por cuestiones religiosas como tampoco lo fue el conflicto entre dos comunidades? ¿Por qué no referirse a unionistas (monárquicos) y nacionalistas (republicanos)? ¿Qué le parecería que el conflicto con la ETA en España se presentara como una lucha entre católicos? Absurdo, ¿verdad? Pues es el mismo absurdo que se emplea en la prensa cuando se refieren al Ulster. El hecho de que los protestantes sean unionistas y los católicos nacionalistas no justifica que se emplee su confesionalidad religiosa, ya que desplaza hacia la religión lo que no es otra cosa que un conflicto político’.

El arte de iluminar El Semáforo de La Vanguardia tiene también el riesgo de sacrificar matices y diferencias en aras de la simplificación inevitable de los colores. Allí todo es rojo o verde. Sale poco ámbar. No hay matices. El Semáforo comporta también el riesgo de igualar, uno junto al otro, con su foto correspondiente, a personas cuya vida y acciones no tienen nada en común.

Por esta causa alguna vez se visualizan en El Semáforo tratamientos indiscriminados que hieren la sensibilidad de los lectores. Eso ocurrió el pasado sábado día 18 cuando aparecían hermanados por el rojo el líder guerrillero checheno Shamil Basayev, y el secretario de Serveis Penitenciaris de la Generalitat, Albert Batlle. El lector Gerard López me llamó el pasado martes con esta queja: ‘No hay color entre los motivos tan absolutamente dispares que el pasado sábado se alegaron para poner a Basayev y a Batlle en el mismo saco del rojo. Están a años luz’.

Reconozcamos que no es fácil administrar las luces de este semáforo. Se presta a que los lectores apliquemos sobre la selección juicios de intenciones, o que nos confundan unas escalas de valores distorsionadas. La luz de algún semáforo también induce a veces a interpretaciones indeseadas.

Sucedió con la luz verde concedida a Alejandro Echevarría por haber logrado con rapidez la nacionalidad española para el jugador azulgrana Sylvinho. El lector Ricardo Morante Esteve publicó un texto en Cartas de los Lectores donde preguntaba ‘qué teclas’ se habían tocado para obtener este éxito de gestión. Me llamó para quejarse de que habían suprimido el final de su carta donde criticaba la luz positiva que apareció en El Semáforo. La lectora María Rosa Esteve también me llamó perpleja por la luz verde dada a esta práctica discutible: conseguir la nacionalidad para un extranjero cuando hay tantos que esperan desde mucho antes.’