‘Una llamada de atención me interpeló el pasado lunes de Pentecostés en estos términos: ‘Usted escribió en uno de sus artículos que en La Vanguardia estaba prohibido publicar suicidios. ¿Piensa usted abroncarles por lo que dieron el sábado sobre una mujer que se suicidó en Barcelona con su hija?’
En efecto, me referí a los suicidios en la crónica que publiqué el pasado 30 de enero a raíz de un caso concreto. Aludí entonces a lo que establece el Libro de redacción de La Vanguardia sobre este tipo de casos.
Transcribo de manera íntegra este apartado del citado libro: ‘Un suicidio no es noticia en sí mismo. Sólo es publicable si el fallecido es un personaje relevante o bien el hecho ha tenido consecuencias más allá de la muerte del sujeto. Incluso así, la experiencia nos demuestra que bajo la apariencia de un suicidio puede esconderse un asesinato. El periodista no puede utilizar este término si no está refrendado por fuentes policiales o judiciales. Además, los expertos advierten del carácter imitador de los suicidas’.
Éstas son las normas generales. La noticia que nos ocupa presentaba, sin embargo, rasgos muy particulares. Cuando he planteado este caso a la sección de Sociedad su responsable me ha alegado razones objetivas de valoración que explican que esta noticia fuera finalmente seleccionada para ser difundida y jerarquizada de forma destacada en la ordenación de la página 37 del pasado día 14.
La periodista Elisenda Vallejo adujo: ‘Era un caso de suicidio en el que concurrió además el homicidio de una niña de cuatro años. Además era un nuevo caso de violencia doméstica (por esta razón iba bajo el cintillo Terror en casa) equiparable a otros casos de infanticidio previo a un suicidio’.
Son argumentos profesionales que merecen ser ponderados con prudencia. El lector Sebastià Forner, con quien he dialogado estos últimos días sobre diversos temas, nos sugirió también reflexionar sobre estos casos. ‘Algunas noticias deben tratarse con contención’, asintió conmigo este lector.
Otro lector, J.M. Valls, me expuso por correo electrónico, el mismo 14 de mayo, su punto de vista sobre este caso. Decía en su escrito: ‘Me ha sorprendido este titular de hoy en La Vanguardia: Una mujer se suicida con su hija de cuatro años en Barcelona. Suicidarse es un acto voluntario, difícilmente imputable a una niña de cuatro años. Es evidente que la madre se ha suicidado llevando a la muerte a su hija. ‘Se suicida con’ sugiere que una persona se suicida en compañía de otros suicidas. El subtítulo ya lo indica muy correctamente: ´En este último caso, la mujer arrastró a su hija hasta la muerte´. Es un tema de matiz, no muy relevante, pero hace reflexionar acerca de si el periodista se siente quizás excesivamente obligado a conseguir un titular de impacto, aún a riesgo de deformar la realidad narrada’.
Interés público o del público
En el fondo de estas observaciones de los lectores está la duda que la teoría académica del periodismo se formula en estos otros términos: ¿Qué interés debe primar en la selección de noticias: el interés público o el interés del público?
El profesor finlandés Kaarle Nordens-treng definió así esa dicotomía: interés público es lo que el público debe saber; e interés del público es lo que el público desea saber.
A veces coinciden estos dos intereses, pero otras no. El periodista Albert Closas, de TV3, puso un ejemplo en una reunión sobre la investigación Ética-Excelencia (EE) convocada el pasado día 13 por la Universitat Pompeu Fabra. Dijo que observó una contradicción significativa del público catalán a propósito de una encuesta del barómetro Idescat de octubre del 2004. Cuando se preguntó a los encuestados qué problema consideraban más importante señalaron la inmigración. En cambio ponían la inmigración en el puesto 16 cuando les preguntaban cuál era el problema que les afectaba más.
No había contradicción en estas respuestas. En el primer caso contestaban sobre aquello que consideran de más interés público (lo que se debe saber). En el segundo caso contestaban sobre aquello que más desean conocer (interés del público).
Nordenstreng, kantiano, identifica el interés público con las ‘necesidades informativas objetivas’ y el interés del público con las ‘necesidades informativas subjetivas’.
Uno de los lectores que me ha llamado esta semana sobre el caso de suicidio expuesto al principio me dijo que era una noticia prescindible. ‘De no leerla, nada me habría perdido. No he ganado nada con conocerla. Pero si veo este título, me interesa leerla, me conmueve y me indigna’, me dijo.
Trasladada esta opinión a la fórmula Nordenstreng, vemos que este lector considera que el citado suicidio no tiene interés público pero sí que despierta el interés del público cuando trasciende a través de la prensa.
A las dosis de interés contribuye, por supuesto, la proximidad física y la emocional.
LA PROXIMIDAD LOCAL contribuye a despertar el interés del público. Las cosas próximas son, además, aquellas que nos interesan que se cuiden al máximo con todos los detalles, aunque parezcan intrascendentes.
A eso apuntan las quejas del lector Sebastià Forner, antes ya citado, cuando lamenta que en los diarios se aluda a Les Rambles, la Illa Robadors o la calle Casanovas, cuando lo correcto, según el nomenclátor oficial de calles de Barcelona, es referirnos a La Rambla, a Robador o a Casanova, en singular.
– Debemos admitir que éste es un error que cometen muchos hablantes en Barcelona, incluidos quienes tienen responsabilidades públicas – comenté con este lector –.
– Es cierto. Pero dar el nombre correcto a todo forma parte del buen estilo de un diario como La Vanguardia,y los periodistas deben velar por el rigor del lenguaje incluso cuando se refieren a las calles – apostilló el lector en uno de los diálogos mantenidos –.
Luchar contra estos plurales impropios es una empresa ímproba debido al arraigo popular de este tipo de error. Como dijo Edward E. Scharff, erradicar estos vicios equivale a expulsar las hormigas del parque natural de Yellowstone. El pasado lunes, sin embargo, publicaron en Cartas de los Lectores un texto del lector Marc Mañé Solé en cuyo título aparecía La Rambla, bien escrita. Esperemos que siga la caza de hormigas.’