Wednesday, 25 de December de 2024 ISSN 1519-7670 - Ano 24 - nº 1319

Josep M. Casasús

‘Aeso de las 10 de la mañana del domingo 16 de enero me telefoneó el lector Pere Pous, de Manlleu (Osona, Barcelona). Hablé con él desde mi casa poco después. Estaba desconcertado porque había recibido con La Vanguardia un ejemplar del tratado de la Constitución europea en catalán/valenciano.

El lector expresó su perplejidad con ironía: ‘Debe ser un error que nos envíen La Vanguardia con este documento en valenciano puesto que Manlleu, de momento, aún pertenece a Catalunya’. Esperemos que la reordenación territorial no llegue tan lejos.

No fue la única persona, por supuesto, que se dirigió a mí aquel día para interesarse por esta originalidad en el generoso lote de oferta de lectura que La Vanguardia nos entrega con el diario los fines de semana.

Del lector Marc Torras Piulachs atendí la noche del día anterior, el sábado 15 de enero, un correo electrónico que decía: ‘Como suscriptor de La Vanguardia he recibido hoy sábado un ejemplar del texto de la Constitución Europea en la versión catalana. Mi sorpresa ha sido grande cuando he visto que estaba escrito en el dialecto valenciano. En el título ya aparece ´s´establix´ en lugar de ´s´estableix´. Y así todo el texto’. Cierto.

Este lector de Barcelona me hizo un encargo en los siguiente términos: ‘Le rogaría que como representante de los lectores pida usted al diario que explique con el máximo detalle posible por qué la versión que hemos recibido está escrita en el dialecto valenciano. Si esta es la versión oficial que se ha entregado en Europa, sería necesario saber cómo se ha llegado a este resultado, qué papel han tenido nuestros políticos y cuáles son sus reacciones. Esta información es especialmente importante en unos momentos en que los catalanes tenemos que decidir cómo nos posicionamos en el referéndum para aprobar precisamente esta Constitución’.

La misma mañana del sábado ya había hablado con la dirección del diario en mi condición de defensor de los lectores. Debo dejar constancia que en la edición de aquel día, 15 de enero, ya informaban en un texto a tres columnas publicado en la página 16 de que La Vanguardia distribuía con el diario un ejemplar del texto de la Constitución europea. Decían allí que en Catalunya se entregaba la versión en catalán del texto oficial que en su día fue presentada por el Gobierno español ante la Comisión Europea. Fuera de Catalunya, se decía, el diario distribuirá el texto europeo en castellano. n La Vanguardia del domingo ampliaban la información: ‘Los volúmenes Ehan sido editados por los ministerios de Asuntos Exteriores y de Cooperación, de la Presidencia e Interior, y este último se ha encargado de su distribución a los distintos diarios. En dicho reparto, el Gobierno decidió que a La Vanguardia le serían facilitados volúmenes de la versión catalana para todos sus lectores de Catalunya y en castellano para los ejemplares que se distribuyen en el resto de España’.

Y añadían: ‘El texto en catalán está redactado según las normas de Castelló, por encargo de la Generalitat. El Govern quería que su versión fuera idéntica a la que entregara la Generalitat valenciana, para demostrar que catalán y valenciano son la misma lengua.

Por eso el Govern encargó que la traducción se hiciera según las normas de Castelló, un acuerdo de 1932 entre lingüistas para unificar la ortografía valenciana mediante unas bases compatibles con las variantes del catalán occidental, que está aceptada por el Institut d´Estudis Catalans y la Academia Valenciana de la Lengua’.

También informó La Vanguardia de que los días 16, 17 y 18 de febrero el Gobierno pondrá en funcionamiento un centro de difusión de la Constitución al que podrán pedirse ejemplares en cualquier lengua oficial española llamando al teléfono 900-222-009. e considerado oportuno transcribir las explicaciones que publicó el diario Hporque esta semana he recibido todavía cartas de lectores que tal vez no habían visto aquella información.

La lectora Ció Rigau me decía el pasado lunes, día 17: ‘En este librito de la Constitución hay tal proporción de palabras que no acostumbran a usarse en ninguna de las comarcas catalanas que creo que se ha producido un error en el envío y que es una versión destinada a diarios del País Valenciano’.

También atendí durante esta semana a los lectores Eduardo Vicente y José M.ª López, que me piden en sus cartas que gestione como defensor sus quejas por no distribuirse en Catalunya ejemplares en castellano.

En este mismo sentido me escribió el lector José E. de Maqua, de Barcelona: ‘Si compro un diario en castellano, quiero los anexos, suplementos, separatas, addendas, etcétera, también en castellano. Si lo que prefiero es una copia del tratado en catalán, hay suficiente oferta de diarios en lengua autóctona como para procurármela sin problemas. (…) ¿Cuándo cambiarán el nombre del diario a La Vanguàrdia (sic)?’

Añade el lector: ‘Por otra parte, el buque de la Armada española que zarpó ayer (15 de enero) de Alicante, con ayuda para los afectados por el maremoto y posterior tsunami del Índico, ¿cómo se llama? Según un recuadro de La Vanguardia (página 6), Galizia, cuando su nombre oficial es Galicia’.

ESTA GALICIA CON Z motivó también la queja del lector Sebastià Forné. Requerí explicaciones a la redacción del diario. Fue necesario hacer lo que en análisis de contenido denominamos historia exterior del texto.

Observé que en la sección de Internacional hubo cuatro intervenciones de redactores en aquella pieza. En todas se citaba cuatro veces correctamente (incluido el título) la palabra Galicia. En la última de estas operaciones aparece la z espuria en un pie de foto. Llegó así a la sección de Edición. En una primera revisión (21.07 h) se mantuvo la c en la Galicia del texto y el título, y la z en el pie de foto. Hubo una segunda revisión (21.11 h) en la que la z invadió todas las Galicias y así se consolidó, por desgracia, en el impreso. ¿Qué pasó?, pregunto a Edición: ‘El editor de estilo -dicen- unificó criterios a partir del pie de foto -que estaba vinculado al artículo principal- sin advertir que la zeta que aparecía en él no era una singularidad, sino una simple falta de ortografía. Y no se hicieron las consultas pertinentes. Entonamos el mea culpa’.’