El lunes 25 de mayo, la edición impresa de este diario dedicó la portada y 16 páginas (tres más en la edición de Madrid y cinco más en la de Cataluña) a los resultados de las elecciones autonómicas y municipales. Una información insuficiente para algunos lectores, que me han escrito lamentando no haber encontrado los datos detallados de sus municipios. Pero ha sido el artículo Ada Colau, aún persona y todavía no personaje, de Xavier Vidal-Folch, el que ha concentrado las quejas. Varias lectoras se han dirigido a mí indignadas, sobre todo por el primer párrafo del texto que decía lo siguiente:
“Esta señora de 41 años tendrá las ideas picudas, pero suele encarnarlas de forma redonda. Es la alcaldable más rebelde, pero también la vecina más normal y próxima, que sonríe bien, gasta ropa holgada y exhibe sin rubor cejas pobladas. La adivinas llevando al chaval de tres años a la escuela, cartera en bandolera; pasando el aspirador concienzudamente por los rincones del piso o salpimentando, distraída, unos espaguetis mientras simultáneamente ultima una sorprendente protesta callejera”.
Ana Cárdenes considera que ese texto “rezuma machismo”. Y añade: “Dudo bastante que alguna vez llegue a leer en EL PAÍS este tipo de imágenes en un perfil de un político varón —pongamos de un más que probable alcalde—. Tampoco creo que se tolerase describir a, por ejemplo, un negro, un latinoamericano, un asiático, un gitano o un árabe con imágenes resultantes de burdos estereotipos sobre su comunidad o raza. Una pena no aplicar la misma medida a las mujeres”.
Otra lectora que me pide anonimato reconoce que el artículo “guarda un fondo respetuoso y de admiración” hacia Colau, pero lamenta que el autor “insista en los patrones y roles que la sociedad sigue atribuyendo a la mujer”.
Imaginar a Colau pasando el aspirador, remite a una imagen del pasado que ha costado sangre, sudor y lágrimas superar
He recibido varios mensajes más del mismo tenor. Pilar Comín Sebastián escribe: “De la misma manera que, estoy segura, no se permiten expresiones racistas o análisis xenófobos, sería muy conveniente no aceptar la retórica machista y reaccionaria de la que el primer párrafo del artículo es un claro ejemplo: el aspirador, la cocina y el cuidado del niño, no ha faltado nada”.
Xavier Vidal-Folch, columnista y durante años director adjunto de EL PAÍS en Barcelona, responde así a las lectoras:
“No hay minusvaloración: mis alusiones a las cejas, la ropa y la sonrisa solo sirven para ilustrar que Ada Colau es ‘la vecina más normal y próxima’. No hay machismo, sino elogio de la conciliación familiar/laboral: Ada realiza tareas domésticas ‘mientras simultáneamente ultima una sorprendente protesta callejera’. No discrimino con los varones tratando el aspecto físico de una mujer, he aludido al de hombres en otros artículos: pueden leer Varoufakis con bufanda (EL PAIS, 12 de febrero). Gracias por las críticas, aunque yerren el tiro. ¡Ah! Y adoro la ropa holgada”.
No tengo nada que objetar a los comentarios que hace Vidal-Folch sobre el aspecto natural y sencillo de Ada Colau. Al fin y al cabo lo que ha escrito es un perfil de la alcaldable de Barcelona. Sin embargo, al evocar a Colau haciendo limpieza doméstica aspirador en ristre no ha tenido en cuenta que esa imagen antes que a una feliz conciliación laboral/familiar remite a un pasado no precisamente remoto en el que el hogar era el único ámbito de realización personal de las mujeres. Un pasado que ha costado sangre, sudor y lágrimas superar. De ahí la irritación que ha provocado.
Otra lectora, Carmen Varas, se queja del titular de la columna de Luz Sánchez-Mellado de ese mismo lunes, La noche de las mujeres ambiciosas. “Dejando a un lado los matices del adjetivo ‘ambicioso’ (¿Es un halago que nos llamen ambiciosos? ¿O es un reproche?), solo me pregunto si el titular sería el mismo si las protagonistas no fueran mujeres”, escribe.
Sánchez-Mellado responde: “Elegí el calificativo de ‘ambiciosas’ a propósito, precisamente para subrayar el hecho de que las mujeres tienen idéntico y legítimo derecho a ‘desear el poder’ político (RAE) para transformar la realidad que los hombres”.
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Lola Galán é ombudsman do El País