‘El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española entiende a la sensación en general como la ‘impresión que las cosas producen en el alma por medio de los sentidos’ y en particular como la ‘emoción producida en el ánimo por un suceso o noticia de importancia’; por tanto, define lo sensacional como aquello que causa tal sensación.
El Diccionario General del Periodismo de José Martínez de Souza entiende por sensacionalismo la tendencia de cierto periodismo a ‘presentar materias que exploran las bajas pasiones y los intereses menos nobles del público …’ y señala que ‘el motor que mueve a la prensa sensacionalista es el deseo de vender, sin que importe demasiado el respeto a la objetividad.’
El Diccionario de la Random House del idioma inglés entiende al sensacionalismo como ‘la materia, el lenguaje o el estilo que produce o está diseñado para producir impresiones alarmantes o estremecedoras o excitar y complacer al gusto vulgar.’ En una concreción crítica, el Código de Ética del Círculo de Periodistas de Bogotá aporta esta acepción: ‘El sensacionalismo es una deformación interesada de la noticia; implica manipulación y engaño y, por tanto, burla la buena fe del público.’
En concordancia con todo ello, los comunicólogos bolivianos José Luis Gálvez y Martha Paz tienen esta percepción del fenómeno: ‘Hay que entender entonces al sensacionalismo como la tendencia a presentar los aspectos más llamativos de una noticia o de un suceso para producir una gran sensación o emoción: angustia, dolor, compasión, sufrimiento, llanto, alegría, enfado, miedo, estupor.
En él se trata de valorizar la emoción en detrimento de la información y del razonamiento reflexivo y crítico.’ El investigador y periodista boliviano Erick Torrico señala estas características del sensacionalismo: ‘Con un diseño llamativo – grandes titulares, fotografías e ilustraciones sugerentes y uso de colores contrastantes –, hace un manejo discrecional de contenidos sobre transgresiones a la ley – robos, crímenes, secuestros, tráfico de drogas, empleo no autorizado de armas –, a la moral aceptada – violaciones, abusos de autoridad, corrupción, etc. – o a la normalidad esperada – accidentes, tragedias –…’ Y explica que el sensacionalismo, en cuanto a ese contenido, se nutre de asuntos cotidianos de la comunidad que lo hacen realista y, en cuanto a la forma, usa un lenguaje sencillo y coloquial que incluye adjetivos prejuiciosos y apela al humor negro y a la ironía, todo ello para hacer que el destinatario se sienta testigo de los hechos.
El sensacionalismo es, pues, una estrategia de manejo de la información periodística dirigida a atraer a como dé lugar la atención del público hacia noticias que provoquen en él fuertes emociones a cualquier precio. Manipula el sensacionalismo esas emociones a fin de que la gente reaccione, anímica y físicamente, a los mensajes en forma irracional e instantánea.
Se vale para ello de recursos de distorsión narrativa de los hechos como son, principalmente, la exageración y la dramatización, ambos eficaces para falsear la realidad. Y lo hace con tal intensidad y frecuencia que algunos estudiosos estiman que puede llegar a insensibilizar a las personas respecto del horror, del dolor y de la muerte.
El destacar lo violento y el exponer lo sexual son las herramientas claves del periodismo sensacionalista: crimen y pornografía son sus mejores agentes de venta y publicidad. Ellas van usualmente acompañadas de la explotación de lo morboso y de lo escandaloso, así como del empeño por hacer de todo, inclusive de la desgracia humana, un espectáculo macabramente festivo.
Van también apuntaladas por una obstinada preferencia por lo negativo y por lo conflictivo a veces al punto de que, si no se dan hechos que tengan estas características, se suele inventarlos para fabricar noticias a base de ellos. Así lo comprobó una encuesta de Raúl Peñaranda entre 205 periodistas de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz: 44% de ellos consideró que la información periodística es ‘en líneas generales negativa, puesto que hay una tendencia cada vez mayor al sensacionalismo y las denuncias sin respaldo.’ Y para hacer todo eso el sensacionalismo invade impunemente la privacidad de las personas y ultraja su dignidad.
¿Qué determina la creciente adopción del enfoque sensacionalista? Evidentemente lo hace el predominio del interés mercantil sobre la ética y la responsabilidad social, tal como lo subraya en Chasqui Rubén Darío Buitrón: ‘Cuando la información es concebida y tratada como una mercancía y no como lo que es o debería ser – un bien social –, la avidez por el lucro la degenera en productos abyectos donde la sangre es espectáculo, y la primera plana y casi todo el resto sirve para exacerbar el morbo social, incrementar las ventas y los ingresos publicitarios al margen de cualquier consideración ética.’
En la ya mencionada encuesta, el 51% de los periodistas afirma que los medios conocidos como sensacionalistas sólo persiguen el lucro, el 68% ansía la desaparición de éstos y el 70% considera que las cuestiones íntimas y los asuntos policiales tomados como objetos de información han influido negativamente en el periodismo nacional. Ellos tienen razón porque hoy en Bolivia el sensacionalismo no sólo es practicado por dos telenoticiosos y dos semanarios claramente identificables como ‘prensa amarilla’. Lamentablemente, también se ha ido adhiriendo a ese enfoque la ‘prensa seria’, especial y notoriamente la mayor parte de la del campo audiovisual. Y es que, como lo ha señalado el comunicólogo César Rojas Ríos, ‘la aparición de los periódicos sensacionalistas le ha hecho un flaco favor al periodismo: está durmiendo con el enemigo en la misma cama mediática.’’